lunes, junio 26, 2006

Nueva York 7: el otro

Mi estancia en Nueva York se vio interrumpida durante unos días para volver a Barcelona. Entre otras razones estaba la boda de Rut, pero mi principal motivación era comprobar si mi casa seguía en pie: hace unas semanas hubo una reunión de vecinos y las cosas están calientes por el Raval...

Hay buenas noticias -van a hacer peatonales todas las calles de mi zona- y otras no tan buenas: por ejemplo, ya han robado en todos los entresuelos de mi edificio; y vuelve a haber ratones; y la mitad de vecinos no se habla con la otra mitad. Ah, me olvidaba... y algún traficante de cocaína decidió que la terraza de enfrente de mi piso era un buen lugar donde guardar la mercancía, y colocó varias bolsas en cada una de las macetas de mis vecinos del 4-2. Muy divertido y agradable el asunto... Hice un comentario al respecto el otro día en mi nuevo blog de "Pensamientos Aleatorios"

Por lo demás, todo seguía más o menos igual: la vecina de abajo sigue hablando sola en su terraza, estamos en juicios contra cuatro vecinos que deben a la comunidad 6000 Euros, la loca del segundo piso me lanzó un par de gritos cuando le dije a sus hermanos que el ascensor no era para jugar, ... Todo continúa siendo muy divertido.

Lo mas reseñable del viaje ocurrió a la vuelta. Yo tengo una especial habilidad con dos tipos de situaciones: los dependientes de tiendas que me odian (próxima crónica de Ra y Mon, Escri y Be: "todos me odian") y los aeropuertos/aviones. Esta vez el viaje fue agradable pero fui testigo de varias situaciones muy graciosas. Por ejemplo, en la cola del check-in... EEUU obliga ahora a las compañias de avión americanas a comprobar la 'peligrosidad' de los pasajeros antes de subir al avión. Para ello, hay unos 'especialistas en seguridad' que antes de entrar a facturar te hacen una serie de preguntas muy complicadas para que -si eres un terrorista- te autodelates al no saber contestarlas...

- ¿Qué ha venido a hacer a España?
- Tenía una boda
- ¿De quién?
- De una amiga
- ¿Y dónde se ha alojado?
- Con mi amiga - es broma, je je
- Me puede dar la dirección donde se ha alojado -muy serio.
- Sí, en mi casa
- ¿Tiene una casa en España?
- Sí.
- Ah.
- Ah. (tentado de decirle... ¿pero no ves que soy de Zaragoza por mucho pasaporte americano que tenga?)
- ¿Y sabe la dirección?
- ¿De mi casa?
- Sí
- Claro, es mi casa.
- ¿Y me la puede dar?
- (se la doy... que pesado...)
- ¿Y ha hecho usted mismo el equipaje?
- ....

En este punto ya me había cansado de hacer el tonto y le di todas las respuestas estándar para estas preguntas estúpidas. El genio que se crea que un terrorista no se sabe hacer el equipaje el mismo... ¡vamos, por favor! Mr President: los terroristas también se saben hacer el equipaje.

Pero en la cola habia muchas parejas de recién casados, y por algun capricho del destino (o de las agencias de viajes, o del cierzo, o...) eran casi todas de Zaragoza. Y no sólo eran de Zaragoza sino que varias de esas parejas sospecho que nunca habían ido más allá de Botorrita. Transcribo palabra por palabra la conversación que se produjo entre el 'experto' en seguridad y la moza que iba detrás de mí...

- ...
- ¿Y ha hecho usted misma el equipaje?
- Bueno, me ayudó mi madre, pero yo estaba delante.
- ¿Y alguien le ha entregado algo después de que tuviera el equipaje finalizado?
- Ayyyyyy.... ¡no sé! Yo creo que no... - dirigiéndose a su marido -¿a ti alguien te ha dado algo? Ay, ¡qué digo! No nos han dado nada... Lo que sí que nos han encargado muchas cosas para traer de vuelta...
- ?
- ¡Pero son cosas como gorras y camisetas! Ja Ja Ja, Je Je Je
- ?
- (el recién marido ríe también en voz bajita: ji ji ji. Por dentro, y aquí estoy elucubrando, piensa: que graciosa es mi mujer)
- De acuerdo: ¿llevan sus maletas listas, verdad?
- Ay, bueno: yo llevo la suya -señala a su marido- porque pesa menos. Ja Ja Ja Ja Ja, Je Je Je Je Je
- Pasen, pasen...


Otra de las conversaciones que se produjo a mi lado no fue tan divertida. Una americana le decía a otra: "I'm so ready to go back home". Que viene a decir (esta gente vive en un eufemismo vital continuo): "tengo unas ganas de volver a casa increíbles". La otra le preguntó por qué y la americana so-ready-to-go-home rápidamente resumió su impresión de Barcelona: la gente es ruda, el servicio deplorable y la ciudad está guarrísima (filthy). En los dos primeros puntos discreparía. El tercero no era una opinión, es una realidad...

En el avión me tocó sentarme con una adolescente que viajaba con sus padres, y descargó toda su indiferencia familiar sobre mí. Yo tampoco tenía muchas ganas de hablar, pero es que ella ponía una cara de asco...

Casualidad de las casualidades, en la cola de llegada a la inmigracion de Nueva York me encontré con Josep, que también volvía de la boda, acompañado de sus sobrinas. Josep, además de ser muy majo y de buscar apartamentos para la gente que viene a Nueva York (por si os hace falta, su email es: apartamentos_gratis@newyork.com), es el único ser humano en el mundo que teniendo menos de treinta años tiene sobrinas, sobrinas-nietas y un sobrino mas mayor que él. Como Josep pasaba por la cola de españoles-peligrosos-a-los-que-hay-que-hacerles-fotos-y-huellas-dactilares y yo por la de americanos-buenos-que-nunca-han-hecho-nada-malo, tuve que esperar un rato en la recogida de maletas y, cómo no, descubrí que una de esas parejas de recién casados no me era ajena: ¡reconocí a un compañero de carrera!

Yo no soy muy bueno con los nombres -ya lo he contado aquí alguna vez- pero esta vez algo se iluminó en mi mente: "¡Germán!". Hay que decir que tuve casi diez minutos para que se iluminara mi mente, porque su maleta no salía, pero aprovechando esa novedad memorística a la que no estoy acostumbrado, cuando pasó a mi lado dije "German", no tan fuerte como para que se asustara en caso de que me hubiera confundido pero tampoco de una forma que se pudiera confundir con un murmullo interior.

¡Y entonces vi el pánico en sus ojos! ¡Esa mirada desesperada que yo he lanzado tantas veces al no recordar un nombre! ¡Germán no se acordaba de cómo me llamaba! Qué placer... pero como tampoco soy sádico y sé que se pasa mal en esas situaciones (y además, estaba su recién esposa a su lado) le dije:

- Hola, soy Ramón. Un compañero de carrera.
- Sí, sí, te he reconocido.
- Ya.
- Pero tú no eres Ramón, eres Pablo.

¿Ehhhh? ¿Cómo? Esto sí que es bueno... o este chico no tiene mucha experiencia en no reconocer a la gente o es un temerario. La regla número uno es que si alguien te dice "me llamo X" tú te lo tienes que creer y decirle "Hola X, ¿qué tal estás?". Cambiarle el nombre a alguien pase... ¿pero negárselo? ¿Aplicará Germán esa estrategia a menudo en su vida? Irá a visitar a los clientes y cuando el directivo de una empresa se presente -"Hola, soy Joaquín"- Germán le apretará la mano diciéndole "¿Cómo andas, Eulogio?".

- No, no. Yo soy Ramón.
- No, Ramón era el otro.

¿Qué? ¡Es que lo impresionante es que no me lo decía en broma! ¡Me estaba intentando convencer de que yo no era Ramón, que yo era Pablo! Ya casi hasta me enfadé...

- Oye, de verdad. Que soy Ramón.
- Bueno, vale. Creía que eras el otro, Pablo.

¿El otro? Ahora cobro consciencia de que durante la carrera yo era "el otro". Si alguien le había encargado a German que me bajara el ego, hay que decir que lo consiguió. ¿El otro? Y es que lo mejor es que sí, había un Pablo en mi clase, pero creo que, aparte de las primeras semanas de primero, no hablé con él más de tres frases durante los siguientes cinco años... Eso sí, los dos éramos de Marianistas... Quizás Marianistas marque tanto que seré "el otro" por siempre jamás...

Como esa conversación no iba a ningún lugar les pregunté qué venían a hacer a Nueva York -pregunta obvia, lo admito... pero a lo mejor Germán pensaba que estaban en OTRA ciudad con un nombre diferente-. German dijo que se acababan de casarse y luego se despidió rápidamente, como si tuviera prisa por ir al hotel. Yo creo que a este chico le ha pasado algo desde aquella época en la que él era uno más de la clase y yo "el otro".

Salieron Josep y sus sobrinas - ahora no estoy seguro de si estas eran sobrinas o sobrinas-nietas - y juntos cogimos un taxi, lo que minimiza el numero de historias originales que te pueden ocurrir pero garantiza que estarás en casa en un tiempo óptimo. Siendo que en Nueva York, un tiempo de transporte óptimo varía entre una hora y varios días. Por ejemplo, hace unas semanas se inundaron todos los metros que cruzan de Manhattan a Queens y la gente tuvo que andar 4-5 horas para volver a casa. Pero esto ya pertenece a otra crónica: moviéndose por Nueva York.

jueves, junio 15, 2006

Nueva York 6: Misa Harlem

Nota: Si estáis planeando un viaje a Nueva York, os recomiendo que visitéis la guía de Nueva York que he escrito recientemente para BuscoUnViaje.com. También tenemos una guía de Estados Unidos y recientemente hemos escrito en el blog unos consejos para desayunar en Nueva York.

En los tiempos que corren, pobres en espiritualidad de la verdadera y ricos en teorías basadas en seres supraterrenales de poderes inimaginables que nos transmiten su doctrina a través de mensajeros poco fiables, cada vez menos gente va a misa. Pero eso es en Europa... En EE.UU. las iglesias se llenan los domingos, los políticos afirman creer en el único Dios porque de otro modo nadie les votaría y a muy pocos les extraña que el presidente invoque a Dios para justificar sus acciones. A fin de cuentas, incluso en los billetes pone 'God Bless America'... y si lo dice el dinero...

Sin embargo, todos los domingos las iglesias de Harlem reciben la visita de europeos deseosos de ver que es eso de una misa gospel. Uno puede imaginarse más o menos en que consiste ese tipo de misa por las películas, pero hasta que uno no lo vive en persona no puede llegar a entender la dimensión que este espectáculo - y digo bien, espectáculo - puede alcanzar.

A las diez y media de la mañana me recogen en mi casa Josep, Eric, Brigitte y Clara. Josep es el amigo que me encontró la habitación en casa de Philip -y por lo que le estoy muy agradecido, principalmente porque abrir la puerta de entrada es una aventura apasionante cada día- y Eric, Brigitte y Clara están en Nueva York por diversas razones: trabajo, vida y turismo. Han llegado un tanto tarde -habíamos quedado a las diez y cuarto- y yo estoy un poco tenso porque no quiero entrar en una misa ya comenzada, con lo que supone eso de ruptura del ritual. Corriendo un poco, vamos desde Manhattan Ave. & 116th St (mi casa) hasta Malcom X Ave. & 126th St (la iglesia a la que vamos). llegamos con las gotas de sudor cayendo por nuestras mejillas pero a justo a tiempo. En la puerta, un hombre con un traje blanco y sombrero del mismo color nos recibe con un apretón de manos y una sonrisa. Yo me alegro de haberme puesto mi única camisa...

Subimos las escaleras hasta el primer piso y entramos en la iglesia, que si no fuera por las cruces y el (especie de) altar-escenario se podría pensar que es una sala de conferencias. Nada más entrar me doy cuenta de que mis prisas no tenían ningún sentido: en la sala sólo hay cuatro o
cinco personas y en el escenario, aparte de dos 'padres' con túnicas negras, una señora que baila, un batería, el guitarrista y el pianista, no hay nadie más. La señora que parece encargada de organizar las cosas nos manda hacia las filas traseras, donde una chica con un traje azul ya se ha colocado frente a una esquina con los brazos abiertos en cruz y se tambalea al ritmo de lo que parecen ser sus rezos interiores. Somos y seremos los únicos blancos, pero en todo momento nos sonríen e incluso alguno se acerca hasta nosotros para darnos la bienvenida.

Durante las siguientes dos horas van entrando afroamericanos (así es como les gusta a ellos que les llames... aunque a mí la palabra me hace pensar en un DJ de pelo rizado en forma de bola) trajeados, cada cual más elegante que el anterior. Esta gente tiene dos ventajas sobre nosotros: no tienen sentido del ridículo y los trajes de colorines les quedan bien. Yo no consigo visualizar a mis abuelas vestidas de rosa, con enaguas, sombrero -rosa también- con flor y zapatos rosas, y sin embargo aquí hay varias señoras muy mayores que llevan combinaciones a cada cual más atrevida. Y tampoco imagino a mis abuelas levantándose en una misa y marcándose un break dance, pero aquí las que llaman la atención son las que no lo hacen. Al ritmo de los diferentes 'presentadores' que se van sucediendo en el escenario, la gente levanta los brazos y grita "Aleluya" o "Amen" (en cierto momento Brigitte se vuelve hacia mí y me pregunta: "¿por que dicen 'ey, man'? ¿A que se refiere? ¿nos esta diciendo 'eh, tíos'?" ), a otros les da el baile de San Vito y vibran girando y diciendo "oh, yeah, I feel God", algunos emprenden un diálogo en voz alta sobre las cuestiones que el cantante-pastor plantea, ...

Hacia mitad de la misa reparo atónito en que los rollos de papel que hay en cada hilera de bancos no son para sonarse los mocos (perdón) ni para secarse el sudor, sino para evitar que las lágrimas de emoción les goteen por la cara. Cuando la cantante-hermana alcanza el clímax, con el batería marcando cada una de sus palabras con un golpe de platillo - "oh, yeah! God loves you! And he is working for you... who is feeling God working for him? You? Yeah! Amen! I feel it! The lord is working for me! oh yeah, aleluya!"- numerosas personas se dirigen a los rollos de papel, cogen un trozo y se secan los ojos... Luego, vuelven a sus bancos y siguen llorando, en silencio o gritando, pero siempre con los brazos en alto y moviendo la cadera al ritmo del coro. Por cierto, ahora en el escenario hay unas cuarenta personas: la mayoría son voluntarios que se han ido uniendo al coro y cantan con un ritmo y unas voces que me hacen sentir torpe y blanquito. Y es que lo soy... sobre todo cuando la boca se me queda abierta de asombro al escuchar desde el escenario la frase del padre que lleva ahora la batuta, que simula hacer footing frente al micrófono y dice: "I feel like terminator". Lo que sigue no lo entiendo porque mis oídos están bloqueados por el impacto de que un cura se identifique con terminator...

Josep y Clara ya han decidido hace días que los negros son una raza superior -por sus cuerpos, por su alegría estruendosa, por sus voces, ...- y salen de la iglesia durante el intercambio entre dos 'presentadores'. Les llamo 'presentadores' porque si les llamara curas no captaríais su papel en este espectáculo: esto no es una misa de las que estamos acostumbrados (en las dos primeras horas no se ha producido ningún protocolo de los que las misas más tradicionales están llenas), es más bien un concierto en el que la temática es religiosa y la gente llora de emoción mística. Eric, Brigitte y yo nos quedamos un rato más, esperando que suba a la tribuna el cura 'serio', el titular de la iglesia. Pero incluso cuando éste sale a escena las cosas cambian bien poco: dice un par de mensajes simples - 'no hay que ser impacientes en la vida'- y luego se pone a cantar otra vez. Y en los cantos, el mensaje es todavía más concreto: "God loves you and he is working for you. Love is contagious". Desde luego, esta gente ha logrado darle un formato a la misa que les hace estar mucho más cerca de su espiritualidad. Incluso cuando pasa la cesta para las limosnas - en este caso, el padre recomienda que hoy demos siete dólares cada uno; el domingo siguiente serán diez dólares porque tienen que comprar comida para pentecostés- la gente se emociona y muchos escriben en un papel sus 'necessary changes' y los introducen en la cesta junto al dinero.

Ya tenemos suficiente y esto parece que va para largo. A las dos horas y media de haber comenzado 'la misa' nos vamos, sin haber asistido a un solo ritual prediseñado pero asombrados de como viven aquí la religión. Yo no me siento más cerca del paraíso ahora que antes, pero me lo he pasado casi tan bien como cuando voy a bailar minimal-house-electro a una discoteca. Sólo me falta perder el miedo al ridículo y ponerme a bailar con ellos, y ya no necesitaré salir por las noches; y encima esto es (casi) gratis.