martes, julio 04, 2006

Nueva York 8: en correos

Esta mañana he ido a correos (United States Postal Service). Tenía un poco de prisa así que cuando he visto la cola que había frente a las ventanillas he pensado en irme y volver otro día. Pero los documentos que debía enviar eran importantes así que he decidido quedarme.

Uno tras otro, mis vecinos african-americans iban pasando por una de las dos ventanillas abiertas, tardando una eternidad en darle una ficha a la señorita, firmar un papel, recibir unos billetes y contar que la cantidad de dinero era correcta. Por qué estaban todos en correos y por qué recibían todos tanto dinero se me escapa, pero el caso es que esa cola avanzaba milímetro a milímetro. Hasta que una sonrisa me ha asomado en la cara: desde mi posición entre dos señoras de 150 quilos cada una he distinguido en la entrada de la oficina los que iban a ser mis salvadores: una balanza, una máquina expendedora de sellos y un buzón.

"Esta es la mía" - he pensado - "no hace falta que haga la cola". Y directo hacia la balanza me he ido...

Lógicamente, y en concordancia con el aspecto tercermundista de la oficina de correos, la balanza no funcionaba. Le he dado a todos los botones que había allí, pero una de dos: o mis diez folios de documentos tenían peso nulo o la balanza no estaba equilibrada. Como entretanto la cola había aumentado en varias personas, he decidido adoptar una estrategia "Ra" y "Mon": he presionado la báscula con mi dedo hasta que ésta ha marcado el peso que yo estimaba tenía el sobre, y luego le he dado al boton de calcular el precio. Resultado: "1.70$".

Con esa información en mente me he dirigido a la máquina expendedora de sellos. Me ha costado un rato entender su funcionamiento, pero finalmente he podido deducir que tenía tres posibilidades: 1) comprar sellos de 39 centavos, 2) comprar sellos de 3 centavos y 3) comprar postales. En un día en el que yo hubiera estado más receptivo y menos estresado, eso podría haberse convertido en la divertida actividad de "calcula el mínimo numero de sellos que necesitas comprar para llegar a 1.70$ si dispones de unidades de 39 y 3 centavos". Pero hoy no me he levantado con espíritu muy científico, así que he optado por una solución "Ara" y "Gues" (frente a la otra solucion de hacer el cálculo, que hubiera sido "Pele" y "Ato"): comprar 6 sellos de 39 centavos. Me he dicho: tengamos en cuenta que mi dedo sobre la balanza no es el método más exacto de medir el peso de una carta y que además ni siquera estoy seguro de haberle dado al buen botón. Prefiero pasarme de largo...

El billete más pequeño que tenía era de 5$, así que después de comprar los seis sellos de 39 centavos esperaba un cambio de 2.66$. Pero es una ley de vida que las máquinas nunca dan cambio, y en EEUU las leyes se respetan. Me he quedado con cara de tonto mirando a la máquina, golpeándola y apretando todos los botones que en ella había. Al menos, me he dicho, que me diera otros 6 sellos de 39 centavos. ¡Quién hubiera dicho que 5$ se puede subdividir en unidades de 39 centavos! Yo no, desde luego...

Pero no... la máquina tampoco quería darme más sellos. Yo tampoco los necesitaba para nada, pero lo hubiera preferido a perder el dinero. Al menos podría haber puesto los 5$ en sellos en mi sobre y así quedarme tranquilo.

Una señora con sombrero, gafas, bastón y mirada dominante se ha acercado y me ha preguntado si me ocurría algo. Se lo he explicado, ella ha leído por mí todas las palabras que aparecían en la máquina, ha decidido que no había nada que hacer y luego se ha vuelto a sentar en el borde de la ventana junto a otra señora. Esta última, con su taca-taca. Y ambas, con pintas de estar pasando la mañana en la oficina de correos, pues ni estaban en la cola ni esperaban a nadie en particular.

Yo, harto de la vida y de correos, he puesto los sellos en el sobre, lo he metido en el buzon y me he dirigido a la salida, dispuesto a hacer borrón y cuenta nueva y dejar ese incidente atrás. Pero en la puerta estaba la señora del bastón, que me ha bloqueado el paso y me ha dicho: ¿no te vas a ir sin reclamar tu dinero de vuelta, verdad? Es mucho dinero... Yo me he colapsado un poco y me ha dado verguenza irme sin intentar recuperar esa gran cantidad de dinero, así que siguiendo su consejo he ido a hablar con la señorita de correos (de 120 quilos de peso, trenzas y mirada penetrante). Ella inmediatamente me ha dicho que no sabía nada sobre esa máquina, que ella no era responsable. Un poco más y me dice que es la primera vez que la ve...

Con esa coartada y harto de estar perdiendo el tiempo, he vuelto a dirigirme hacia la salida. Allí la señora del bastón me ha vuelto a decir: "yo iría a información a pedir que te devuelvan el dinero". Y yo, dócil y entregado a la desesperación, he ido a información.

Despues de cinco minutos llamando al timbre (y viendo como el que inicialmente me precedía en la cola de las ventanillas salía de correos con sus objetivos cumplidos) ha aparecido un hombre (de 50 quilos, calvo, mirada perdida) que me ha preguntado qué quería. Se lo he explicado y me ha dicho que ellos no eran responsables de la máquina. Le he dicho que cúal era entonces la solución (no quería volver a enfrentarme a la señora del bastón con otro fracaso) y él me ha dicho: "puedes rellenar un formulario". Y de un cajón, ha sacado un formulario titulado "Stamp vending Machine Reimbursemen Request" (Petición de reembolso para la máquina de sellos).

¡Tienen hasta un formulario para los fallos de la máquina! No me lo podía creer...




Lo he rellenado completo salvo el lugar donde ponía "machine ID (A 6 digit number on the front of the vending machine)", porque en la máquina en cuestión no había ningún identificador. Estos sí que son listos... tienen un formulario que lo envían a algún lugar indeterminado para que te reembolsen, pero en dicho lugar ignoran que máquina ha dado el problema y todas las quejas se archivan. Y para asegurarse todavía más de que seas consciente de que estás haciendo algo "malo", en la parte de abajo del formulario ponía: "the submission of a false, ficticious, or fraudulent statement may result in imprisonment of up to 5 years and a fine of up to $250,000".

He vuelto a información, pero ahora había allí otras dos personas (una de ellas con el dedo sobre el timbre, llamando frenéticamente) y al cabo de 5 minutos esperando sin que apareciera el hombrecillo me he ido. Al pasar junto a la señora del bastón he bajado la mirada, admitiendo mi fracaso. A veces en la vida es conveniente perder para poder seguir viviendo...

Nota: ahora que en la foto veo el formulario que yo habia rellenado, me alegro de no haberlo entregado... ¡en el calculo mental rápido que habia hecho en correos me he confundido y estaba reclamando 6 centavos de menos! Y eso era claramente fraudulento... y me merecía los cinco años de cárcel.

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