martes, octubre 03, 2006

Archivo: asalto a mano armada en Méjico

Nota: esta es una historia antigua (enviada en 6.8.05 a la lista de distribución de Ra y Mon, Escri y Be) recuperada para este blog. Poco a poco se irán sumando otras...


Miguel y yo subimos en San Cristobal de las Casas al autobús que nos tiene que llevar a Campeche vía Palenque. Nuestros asientos están separados porque cuando compramos los billetes sólo quedaban dos plazas libres: yo estoy en la 27 y él en la 36. Cuando llega mi compañero de asiento le explico la situación y le pido que se cambie por Miguel, pero si hay algo para lo que los centroamericanos no estan preparados es para los ajustes sobre una realidad ya establecida: no intentes cambiar los frijoles del menú por arroz, no pidas que te quiten el cilantro de la sopa, no aspires a cambiar los sabores del banana split y no trates de convencerles de que te cambien un sitio en el autobús. El mejicano en cuestión tiene el número 28 y aunque sonríe y es muy amable, no logro que vaya a sentarse al 36. Y no es por mala leche, ni porque un asiento sea peor que otro, ni siquiera es que le de miedo quedarse sin sitio... después de más de dos semanas aquí he llegado a la conclusión de que lo que ocurre es que nunca hasta ese momento se les había ocurrido que se pudieran introducir cambios en una realidad ya prefijada de antemano. Asi que Miguel y yo tendremos que hacer las 13 horas de autobús nocturno por separado: lo resistiremos.

Voy profundamente dormido, el autobús es muy cómodo y a pesar de las curvas logro relajarme: quizas la biodramina esté ayudando. Después del viaje de ida pase la tarde en la cama y vomitando, así que hoy no querido correr riesgos y voy dopado. A pesar de eso, me despiertan unos gritos: miro por la ventanilla y veo que estamos parados. Me asomo por el pasillo y por el parabrisas se ven muchas luces y otro autobús - ¿camión? - parado delante de nosotros. Alguien vuelve a gritar pero no entiendo qué dice...

Una mujer que va sentada detras de mí -antes me había contado que era de Mérida, el destino final de este autobús- le dice a su acompañante que hay hombres encapuchados fuera. Yo pienso que es un control militar: estamos en zona zapatista y últimamente las cosas están un poco tensas. Todavía estoy un poco atontado, así que vuelvo a cerrar los ojos pensando que los militares nos dejarán pasar sin problemas.

Se abre la puerta del autobús. Más gritos. Ahora reconozco las palabras "dinero" y "güey", apelativo mejicano equivalente a nuestro "tío", el catalán "nen" o el "co" aragonés. Alguien con una linterna se ha subido al autobús. Lo demas está todo a oscuras y no se ve nada más que los reflejos de la linterna del hombre que acaba de subir. Me vuelvo a asomar por el pasillo y lo que veo no es muy tranquilizador: no creo que sea constumbre de los militares mejicanos ir con botas altas, una gorra y un trapo cubriendoles la cara. Lo que oigo a continuacion confirma mis sospechas: "¡dame todo tu pinche dinero, güey!". Nos estan asaltando.

La señora de Mérida comienza a sollozar y nos dice que recemos; mi compañero de asiento me pregunta que está ocurriendo; un chico extranjero al otro lado del pasillo dice "he's got a fucking gun!"; varios niños del autobús lloran; ... La oscuridad es opresiva pero nadie quiere que la luz se le acerque, porque la única que hay la lleva un tipo con el rostro cubierto y con una pistola en la mano. Y ese tipo avanza fila tras fila pidiendo el dinero a cada pasajero.

Yo no sé si es la biodramina o es mi forma normal de actuar ante las situaciones tensas, pero lo observo todo como un espectador. Estoy nervioso, claro, pero para nada bloqueado como mi compañero de asiento, o histérico como la señora de Merida. Pienso en Miguel tres filas por detrás de mí pero no me atrevo a levantarme para ver si está bien. Mi primera reacción es: si me quita mi bolsa de mano la he cagado, allí llevo todas mis cosas de valor menos el pasaporte,
que va junto a 100 dolares en una bolsa que me cuelga del cuello. Así que mientras el bandido viene hacia las filas traseras empujo mi bolsa por debajo del asiento.

"¡Dame todo tu dinero, güey!"- le grita a otro pasajero mientras le apunta con la linterna- "¡rápido!". Y eso me hace pensar: si le digo que no llevo nada no me creerá ni de casualidad. Así que calculando el tiempo que me queda hasta que llegue a mi altura me vuelvo a agachar, cojo mi bolsa y saco la cartera. A tientas, elijo unos cuantos billetes y me los meto al bolsillo, la bolsa la vuelvo a meter debajo del asiento y la cartera la escondo entre los asientos por si se pone tonto y le tengo que dar más dinero. Al menos espero que mi bolsa pase inadvertida: allí llevo los billetes de avión, la cámara de fotos y casi todo mi dinero.

Tengo como cuatro billetes en el bolsillo e intento prepararme para actuar lo más tranquilamente posible cuando me llegue el turno. Ahora ya está a una distancia a la que podría tocarlo si extendiera mi mano. Sin embargo, no distingo muchos detalles porque la linterna esta apuntando a una chica alemana sentada en la fila que precede a la mía y su cara atrae toda mi atención. Ella debe de haberse preparado igual que yo porque nada más llegar el asaltante a su altura extiende la mano con un fajo de billetes. Él los coge y grita: "¡Más! ¡Más! ¡Más!". Ella le alarga la cartera, la mano temblándole tanto que se le cae antes de que él pueda cogerla.

Yo sé que me va a tocar hacer lo mismo que a ella y lo que me preocupa es que no sé cuánto dinero he preparado en mi bolsillo... ni siquiera sé si son dólares o pesos: como haya cogido los billetes de 1$ que siempre llevo a mano la habré cagado... eso no lo aceptará ni de casualidad. Y cuando alguien lleva una pistola, va enmascarado y grita, normalmente espera que le hagan caso...

Cuando el hombre se agacha a recoger la cartera alguien sube gritando al autobus: "¡güey!, ¡corre!, ¡rapido!, ¡que viene un carro!". El hombre de la linterna, al que yo ya oigo respirar -él parece el más nervioso de todos-, ni siquiera se agacha a por la cartera de la chica alemana: sale corriendo tan rápido como se lo permiten sus botas de lluvia.

Nada más bajar el asaltante del autobus nuestro conductor acelera, adelantando a otro autobus -¿camión?- al que también estaban atracando. La señora de Mérida grita: "recen todos juntos, es un milagro"; mi compañero de asiento sigue bloqueado y me pregunta: "¿les quitó su dinero a todos?"; una señora por detrás rompe a llorar; el extranjero del otro lado del pasillo grita de nuevo: "he had a gun!"; Miguel, desde atrás, me pregunta: "Ramón... ¿estás bien?". Yo me vuelvo y le digo: "sí, estoy bien... se ha quedado en la fila de delante". Todavía no me lo puedo creer...

Durante la hora de viaje que sigue hasta Palenque nadie duerme. Cada vez que el autobus para -la carretera está plagada de guardias tumbados- todas las cabezas se asoman por encima de los asientos, volviendo a bajar cuando de nuevo aceleramos. Y a cada vez, se oye un suspiro. Las historias circulan por el autobus: sólo tenía pistola el compañero que amenazaba al conductor, han puesto piedras en la carretera para obligarnos a parar, los dos tenían pistola, ha sido un milagro de Dios...

En la estación de Palenque hay otro autobús al que también han asaltado, pero como el conductor no ha parado les han tirado piedras y llevan dos cristales rotos: yo hubiera preferido eso a tener dentro un tipo con pistola pidiendo dinero. Le pregunto al conductor si esto es habitual y él me contesta con una medio sonrisa: "de seguido". Le pregunto que cómo es que la policía no hace nada y él se encoge de hombros. Antes de subir de nuevo al autobús hablo con un hombre que iba sentado en las primeras filas: me cuenta que le han quitado 2000 pesos, todo lo que llevaba encima (unos 200 dólares). Le pregunto si tiene algo para salir del paso y dice que no, así que entre Miguel y yo le prestamos lo suficiente como para que se pueda organizar hasta llegar a casa. Él no entiende muy bien por qué le damos el dinero y únicamente pregunta: "¿de dónde son ustedes?".

De nuevo en el autobus sentados, el conductor nos dice que tengamos cuidado porque acaba de haber asaltos en la carretera por la que tenemos que pasar nosotros ahora. ¿Más?, es la pregunta de todo el mundo. Y el conductor, de nuevo muy mejicano, responde: "pues eso parece". Yo le pregunto qué quiere decir con que tengamos cuidado, que es lo que podemos hacer. Y él contesta lacónicamente: "pues nada...".

Cada uno se prepara como puede ante la posibilidad de un nuevo asalto. Yo copio la idea de Miguel y saco todo de la cartera menos dos billetes... (ser Tig tiene tiene que tener algunas ventajas, como por ejemplo reaccionar con inteligencia en situaciones de violencia). Si les das la cartera entera no se van a parar a contar el dinero... Yo, sin embargo, dejo 200 pesos en la
cartera: Tig, más acostumbrado a las pistolas sólo les concede 40 pesos...

[Nota: mi hermano tiene una personalidad corporea llamada Miguel, en la que es dulce y tranquilo, y otra personalidad llamada Tig, con la que ha llegado a formar parte del equipo español de Counter Strike, un juego de ordenador en el que participan, precisamente, policías y terroristas.]

Me despierto en Campeche: he dormido cinco horas de un tirón. Ni siquiera la perspectiva de un nuevo asalto que nunca ocurrió ha logrado quitarme el sopor. Esta claro que no hay nada mejor que la biodramina para prevenir los efectos de un asalto a mano armada en medio de la noche, en alguna curva de la carretera que une San Cristobal con Palenque, con un bandido desvalijando todas las filas de un autobús menos las siguientes al asiento número 27...




3 comentarios:

Javifields dijo...

jeje blog re-abierto... estás 'enganchao' eh? :-D

Anónimo dijo...

Por favor, escribe México con x, que a los mexicanos nos duele ver el nombre de nuestro país incorrectamente escrito.

Ra y Mon dijo...

En España lo escribimos siempre con 'j', porque de otro modo lo pronunciaríamos "mécsico". Yo no creo que sea incorrecto, sino simplemente otra forma de referirse al mismo país.

De la misma forma que decimos "Nueva York" y no "New York", o "Ginebra" en lugar de "Geneve", no creo que os tenga que doler que en otros países se escriba de forma diferente.

De todas formas, acabo de leer en la Real Academia de la lengua Española que, aunque ambas formas sean correctas, se prefiere el uso de la 'x' para México y sus derivados, así que intentaré acordarme para la próxima vez.

Diccionario panhispánico de dudas de la RAE (primera edición, octubre de 2005