lunes, julio 17, 2006

Nueva York 9: mi casa II

Aun cerrando el grifo de la bañera con fuerza, lo que cae no son gotas sino un chorro continuo de agua. Es Harlem y es normal, pero a mí me parecía una pérdida de agua innecesaria y convencí a Philip para cerrar el agua general cada vez que no estemos utilizándola.

Cada día de esta semana, al irme a dar mi ducha matutina he tenido que pasar varios minutos intentando abrir la llave del agua general: Philip la cerraba tan fuerte que necesitaba coger dos trapos y girar con todas mis fuerzas. Además, por alguna causa que no entendía, cada mañana encontraba la bayeta que compré para limpiar el vater fuera de lugar. Como soy un poco maniático con el orden, cada día después de abrir la llave del agua volvía a poner la bayeta en su sitio.

Ayer por fin vi a mi compañero de piso. Llevamos horarios radicalmente opuestos (él se levanta a las 5h30 de la mañana, yo llego a casa a partir de las 10) y no coincidimos mucho. Antes de que se metiera en su habitación, aproveché para decirle todo lo educamente que pude:

- Oye, cuando cierres la llave del agua... ¿puedes hacerlo un poco menos fuerte (para que no tenga que estrujarme los dedos cada día)?

- ¿La llave? ¿Te despierto cuando la cierro?

- No, no es una cuestion de despertarme. Es que casi no la puedo abrir.

- ¡Ah! Pero por eso pongo siempre la bayeta azul junto a la llave, para poder abrirla y cerrarla con facilidad

- Ya... pero es que esa es la bayeta que uso para limpiar el vater...

- (la cara más expresiva que he visto desde hace unos meses)

Esta mañana el grifo se podía abrir usando un solo dedo... Moraleja: añade a todos tus problemas una bayeta sucia y estos se resolverán.

Aparte de los problemas con la bañera, las cosas van bien por casa: Philip se ha comprado 6 puzzles nuevos y está entretenido con ellos en lugar de pensar en otros temas. Además, desde que he descubierto como aumentar tu vida hasta el infinito y a entrenar a otros seres humanos a que hagan lo que yo quiero, le tengo mucho menos miedo a los congeladores...

Lo que sigo sin encontrar agradable son las cucarachas: con el verano le han cogido el gusto a ir sin ropa, y ya se sabe... eso aumenta el apetito sexual. Así que ahora además de las cucarachas papás y mamás tenemos los hijitos, que son un poco menos asquerosos que sus projenitores pero siguen sin ser mi mascota favorita. Por las mañanas hay tantas en la cocina que antes de acercarme al fregadero soy unos golpes para que tengan tiempo de esconderse. Aunque a veces no funciona todo lo bien que me gustaría: el otro día en concreto cogí la cuchara del desayuno con cucaracha incluida, que decidió subirse por mi brazo hasta que yo decidí tirarla al suelo de un golpe y chafarla. (apunte: os habíais fijado que "cucaracha" y "cuchara" son prácticamente la misma palabra? En mi casa también son el mismo objeto...)

Cuando todavía no había tenido tiempo de limpiar el cadaver de cucaracha, alguien llamó a la puerta. Como Philip me tiene bien entrenado y mi sentido del miedo se ha visto acrecentado gracias a los maravillosos periodistas de este país, pregunté antes de abrir:

- Whose there?
- Terminator! (en inglés de NY pronunciado: termineiror)

¡Ya está! Un bromista de correos - pensé...

- Whose there?
- The terminator, please open the door.

Alguien que se considera a sí mismo un robot enviado del futuro para proteger/matar a un humano no puede ser malo, me dije. Y abrí la puerta...

- Who are you? (porque realmente tenía un look a lo terminator, incluso con su depósito y pistola aspersora colgando de la espalda)
- I am the exterminator, can I come in?

Por lo visto las puertas de madera tienen una tendencia a comerse los sonidos "ex"...

Me informé de si tenía que pagar o no (en Barcelona he renunciado a usar exterminadores para mis ratones: cobran muy caro y los ratones se les ríen en la cara) y como era gratis le dejé pasar.

- Where are you from? - me preguntó. (sí, a veces detectan que no soy americano)
- Spain.
- Ah, well... I don't know in Spain but here it is mandatory that the landlord pays for the exterminator
- Ah.

Ya veis, tolerancia cero incluso con los pobres insectos...

El terminator de cucarachas la verdad es que no fue muy efectivo y sigue habiendo tantas como antes de que él viniera, pero a mí ya me da igual porque, aparte de que me quedan dos semanas aquí, he decidido comer en platos de plástico y así estrenar vajilla cada día. Es la única forma de estar seguro de que una cucaracha no ha pasado por tu plato. Y así de paso me adapto a la filosofía que impera en esta sociedad: consume todo lo que puedas porque todo lo que tú dejes atrás puede que lo use otra persona. Y si no me creéis, un ejemplo aquí.

miércoles, julio 05, 2006

Publicidad

Perdón por la publicidad que habéis recibido últimamente al conectaros a este blog. El contador de visitas que tenía colocado en el blog se había tomado libertades que no le correspondían... Ya lo he quitado.

martes, julio 04, 2006

Nueva York 8: en correos

Esta mañana he ido a correos (United States Postal Service). Tenía un poco de prisa así que cuando he visto la cola que había frente a las ventanillas he pensado en irme y volver otro día. Pero los documentos que debía enviar eran importantes así que he decidido quedarme.

Uno tras otro, mis vecinos african-americans iban pasando por una de las dos ventanillas abiertas, tardando una eternidad en darle una ficha a la señorita, firmar un papel, recibir unos billetes y contar que la cantidad de dinero era correcta. Por qué estaban todos en correos y por qué recibían todos tanto dinero se me escapa, pero el caso es que esa cola avanzaba milímetro a milímetro. Hasta que una sonrisa me ha asomado en la cara: desde mi posición entre dos señoras de 150 quilos cada una he distinguido en la entrada de la oficina los que iban a ser mis salvadores: una balanza, una máquina expendedora de sellos y un buzón.

"Esta es la mía" - he pensado - "no hace falta que haga la cola". Y directo hacia la balanza me he ido...

Lógicamente, y en concordancia con el aspecto tercermundista de la oficina de correos, la balanza no funcionaba. Le he dado a todos los botones que había allí, pero una de dos: o mis diez folios de documentos tenían peso nulo o la balanza no estaba equilibrada. Como entretanto la cola había aumentado en varias personas, he decidido adoptar una estrategia "Ra" y "Mon": he presionado la báscula con mi dedo hasta que ésta ha marcado el peso que yo estimaba tenía el sobre, y luego le he dado al boton de calcular el precio. Resultado: "1.70$".

Con esa información en mente me he dirigido a la máquina expendedora de sellos. Me ha costado un rato entender su funcionamiento, pero finalmente he podido deducir que tenía tres posibilidades: 1) comprar sellos de 39 centavos, 2) comprar sellos de 3 centavos y 3) comprar postales. En un día en el que yo hubiera estado más receptivo y menos estresado, eso podría haberse convertido en la divertida actividad de "calcula el mínimo numero de sellos que necesitas comprar para llegar a 1.70$ si dispones de unidades de 39 y 3 centavos". Pero hoy no me he levantado con espíritu muy científico, así que he optado por una solución "Ara" y "Gues" (frente a la otra solucion de hacer el cálculo, que hubiera sido "Pele" y "Ato"): comprar 6 sellos de 39 centavos. Me he dicho: tengamos en cuenta que mi dedo sobre la balanza no es el método más exacto de medir el peso de una carta y que además ni siquera estoy seguro de haberle dado al buen botón. Prefiero pasarme de largo...

El billete más pequeño que tenía era de 5$, así que después de comprar los seis sellos de 39 centavos esperaba un cambio de 2.66$. Pero es una ley de vida que las máquinas nunca dan cambio, y en EEUU las leyes se respetan. Me he quedado con cara de tonto mirando a la máquina, golpeándola y apretando todos los botones que en ella había. Al menos, me he dicho, que me diera otros 6 sellos de 39 centavos. ¡Quién hubiera dicho que 5$ se puede subdividir en unidades de 39 centavos! Yo no, desde luego...

Pero no... la máquina tampoco quería darme más sellos. Yo tampoco los necesitaba para nada, pero lo hubiera preferido a perder el dinero. Al menos podría haber puesto los 5$ en sellos en mi sobre y así quedarme tranquilo.

Una señora con sombrero, gafas, bastón y mirada dominante se ha acercado y me ha preguntado si me ocurría algo. Se lo he explicado, ella ha leído por mí todas las palabras que aparecían en la máquina, ha decidido que no había nada que hacer y luego se ha vuelto a sentar en el borde de la ventana junto a otra señora. Esta última, con su taca-taca. Y ambas, con pintas de estar pasando la mañana en la oficina de correos, pues ni estaban en la cola ni esperaban a nadie en particular.

Yo, harto de la vida y de correos, he puesto los sellos en el sobre, lo he metido en el buzon y me he dirigido a la salida, dispuesto a hacer borrón y cuenta nueva y dejar ese incidente atrás. Pero en la puerta estaba la señora del bastón, que me ha bloqueado el paso y me ha dicho: ¿no te vas a ir sin reclamar tu dinero de vuelta, verdad? Es mucho dinero... Yo me he colapsado un poco y me ha dado verguenza irme sin intentar recuperar esa gran cantidad de dinero, así que siguiendo su consejo he ido a hablar con la señorita de correos (de 120 quilos de peso, trenzas y mirada penetrante). Ella inmediatamente me ha dicho que no sabía nada sobre esa máquina, que ella no era responsable. Un poco más y me dice que es la primera vez que la ve...

Con esa coartada y harto de estar perdiendo el tiempo, he vuelto a dirigirme hacia la salida. Allí la señora del bastón me ha vuelto a decir: "yo iría a información a pedir que te devuelvan el dinero". Y yo, dócil y entregado a la desesperación, he ido a información.

Despues de cinco minutos llamando al timbre (y viendo como el que inicialmente me precedía en la cola de las ventanillas salía de correos con sus objetivos cumplidos) ha aparecido un hombre (de 50 quilos, calvo, mirada perdida) que me ha preguntado qué quería. Se lo he explicado y me ha dicho que ellos no eran responsables de la máquina. Le he dicho que cúal era entonces la solución (no quería volver a enfrentarme a la señora del bastón con otro fracaso) y él me ha dicho: "puedes rellenar un formulario". Y de un cajón, ha sacado un formulario titulado "Stamp vending Machine Reimbursemen Request" (Petición de reembolso para la máquina de sellos).

¡Tienen hasta un formulario para los fallos de la máquina! No me lo podía creer...




Lo he rellenado completo salvo el lugar donde ponía "machine ID (A 6 digit number on the front of the vending machine)", porque en la máquina en cuestión no había ningún identificador. Estos sí que son listos... tienen un formulario que lo envían a algún lugar indeterminado para que te reembolsen, pero en dicho lugar ignoran que máquina ha dado el problema y todas las quejas se archivan. Y para asegurarse todavía más de que seas consciente de que estás haciendo algo "malo", en la parte de abajo del formulario ponía: "the submission of a false, ficticious, or fraudulent statement may result in imprisonment of up to 5 years and a fine of up to $250,000".

He vuelto a información, pero ahora había allí otras dos personas (una de ellas con el dedo sobre el timbre, llamando frenéticamente) y al cabo de 5 minutos esperando sin que apareciera el hombrecillo me he ido. Al pasar junto a la señora del bastón he bajado la mirada, admitiendo mi fracaso. A veces en la vida es conveniente perder para poder seguir viviendo...

Nota: ahora que en la foto veo el formulario que yo habia rellenado, me alegro de no haberlo entregado... ¡en el calculo mental rápido que habia hecho en correos me he confundido y estaba reclamando 6 centavos de menos! Y eso era claramente fraudulento... y me merecía los cinco años de cárcel.