Nota: Si estáis planeando un viaje a Tallinn, os recomiendo que visitéis la guía de Tallinn que he escrito recientemente para BuscoUnViaje.com.
Desde hace un tiempo, tengo un pequeño sentimiento de culpabilidad, porque en estos mensajes siempre tiendo a ridiculizar al prójimo. Por eso, hoy quiero hacer una excepción, y espero que este mensaje les sea útil a todos esos camareros del mundo que quieren hacer mejor su trabajo.
Nos encontramos en Tallinn, capital de Estonia. Compañeros de viaje: mi familia. A todos nos gusta el buen comer, y por tanto, dentro de todo viaje la comida y la cena son momentos importantes y preparados con antelación. Hoy, por ejemplo, hemos visto en la guía que no muy lejos del hotel donde estamos hay un lugar llamado Ö que está altamente recomendado para cenar. Son ya las diez de la noche, y como cualquiera que haya salido de España sabe, uno no se puede retrasar mucho más de esa hora o se encontrará todas las cocinas cerradas.
Por eso, cuando descubrimos que Ö está en obras y cerrado, comenzamos a preocuparnos. Una noche sin cenar para mi familia es tentar la catátrofe: los nervios se templan, las sonrisas se vuelven serias y si encima la partida de cartas resulta reñida algún miembro familiar puede acabar deseando no serlo. Exagero, claro, pero hacedme caso: dadnos bien de comer.
Desesperados, corremos calle arriba y abajo sin lograr encontrar ningún lugar abierto. Incluso en una pizzería de comida rápida nos ponen de patitas en la calle. Entonces, detrás del edificio de Ö descubrimos un restaurante llamado "Jahimes", anunciado con fotos de platos que no parecen muy apetitosos pero cuyas luces parecen indicar que está abierto.
Entro en la sala precedido por mi padre y me dirijo hacia una mesa donde varios camareros charlan entre ellos. Tardan un rato en reaccionar, pero finalmente, uno de ellos se levanta y, bamboleándose, me pregunta qué quiero.
Yo, sorprendido por su pregunta y por su borrachera a todos ojos evidente, tardo un rato en contestar, pero luego logro explicarle que somos cinco personas y que queremos cenar. Él, congestionado y con la nariz completamente roja, sonríe de oreja a oreja y me dice que por supuesto. A continuación tiene lugar la siguiente conversación (literalmente traducida del inglés):
- ¿Quieren cenar dentro o fuera?
- Fuera mejor
- De acuerdo, siéntense en la terraza y ahora les traigo los menús.
- Ya los puedo sacar yo si lo prefiere.
- Tranquilo, tío. Déjame hacer mi trabajo.
Una vez fuera nos reparte los menús y acto seguido pregunta qué queremos. Nosotros le pedimos que nos deje un poco más de tiempo (es difícil elegir en menos de un segundo, sobre todo teniendo en cuenta el tamaño de la carta) y él dice: "ok, two minutes".
Abrimos las cartas y comienzan las risas y los gritos de sorpresa: "¡hay anguila!", "¡tienen serpiente de cascabel!", "¡aquí hay un guiso de tiburón!". Saco mi cuaderno y comenzamos a apuntar los diferentes animales ofertados en la carta, hasta contabilizar un total de 29. Y de cada uno hay varios platos diferentes...
Además de los animales anteriormente citados y de los habituales mamiferos (casi no tienen pescado) en su carta aparecen, entre otros, el antilope, el canguro, el alce, la avestruz y el bisonte. Comenzamos a debatir sobre qué pedir y las preferencias dan una idea de lo poco que nos fiamos de un restaurante que está vacío y que tiene más de 100 platos en su carta: pollo, pollo, pollo, pollo y ternera.
Como el camarero no ha vuelto a salir a la terraza desde que nos ha dado dos minutos para elegir, mi padre entra en el restaurante para avisar de que ya estamos listos. Al cabo de un rato sale y dice: "no nos dan de cenar. El camarero dice que han cerrado".
- ¿Qué? (a cuatro voces)
- Sí, le he avisado de que estábamos listos y me ha dicho que la cocina estaba cerrada. Yo le he preguntado que por qué no nos lo ha dicho antes, y él me ha contestado: "no me han preguntado".
- ¿Qué? (a cuatro voces)
- Lo que oís: no le hemos preguntado...
Como mi padre tiene una vena bromista que en el pasado ya hemos vivido durante los viajes familiares (es famosa la broma del oso en Yellowstone) yo le digo que no me lo creo y me meto en el restaurante. Allí me encuentro con el inefable camarero borracho al que le pregunto si es cierto que la cocina ha cerrado.
- Sí, la cocina ha cerrado y ya no damos cenas.
- Pero... ¿cómo puede ser? Nos ha hecho sentarnos, nos ha dado los menús y hemos estado esperando durante quince minutos a que saliera a tomarnos nota.
- That is your problem, not mine.
Como estos mensajes van dirigidos a todos públicos voy a evitar describir lo que siguió a esa respuesta. Mientras le cantaba las cuarenta al camarero (que me observaba desde su borrachera la mar de tranquilo) salió un cocinero, que nos observó durante unos segundos y luego volvió a meterse en la cocina. A pesar de mis esfuerzos, no logré extraer una explicación coherente del camarero sobre cómo era posible que nos hubiera hecho sentarnos y elegir comida siendo que la cocina estaba cerrada. Segun él me repitió en varias ocasiones, ese era nuestro problema y no el suyo, porque no le habíamos preguntado si la cocina estaba abierta.
Lección aprendida: en Estonia, aunque te sienten en la mesa y te den los menús, hay que asegurarse de que la cocina está abierta...
Finalmente logramos cenar en una pizzería del centro de Tallinn (en la que curiosamente, al ir a pedir pizza la camarera nos comunicó que tenían de todo menos pizza) y yo gané la partida al Continental, así que todos terminamos contentos y felices nuestra primera noche en Estonia. Las noches que siguieron tuvieron lugar en Riga, Haapsalu y Helsinki, y si encuentro tiempo y ganas para escribir (y no me ocurre nada digno de mención en mi siguiente destino), tengo un par de historias más que contar. También con camareros, claro...
Ahora te pediría que le envies este mensaje a todos los que conozcas, porque hay que lograr extender la palabra: si hubiera mas camareros asi en el mundo todos seriamos más felices, porque cada uno de nosotros tendría mil anécdotas que contar en las reuniones familiares. Y ya se sabe, una familia con anécdotas que compartir permanece unida...
Desde hace un tiempo, tengo un pequeño sentimiento de culpabilidad, porque en estos mensajes siempre tiendo a ridiculizar al prójimo. Por eso, hoy quiero hacer una excepción, y espero que este mensaje les sea útil a todos esos camareros del mundo que quieren hacer mejor su trabajo.
Nos encontramos en Tallinn, capital de Estonia. Compañeros de viaje: mi familia. A todos nos gusta el buen comer, y por tanto, dentro de todo viaje la comida y la cena son momentos importantes y preparados con antelación. Hoy, por ejemplo, hemos visto en la guía que no muy lejos del hotel donde estamos hay un lugar llamado Ö que está altamente recomendado para cenar. Son ya las diez de la noche, y como cualquiera que haya salido de España sabe, uno no se puede retrasar mucho más de esa hora o se encontrará todas las cocinas cerradas.
Por eso, cuando descubrimos que Ö está en obras y cerrado, comenzamos a preocuparnos. Una noche sin cenar para mi familia es tentar la catátrofe: los nervios se templan, las sonrisas se vuelven serias y si encima la partida de cartas resulta reñida algún miembro familiar puede acabar deseando no serlo. Exagero, claro, pero hacedme caso: dadnos bien de comer.
Desesperados, corremos calle arriba y abajo sin lograr encontrar ningún lugar abierto. Incluso en una pizzería de comida rápida nos ponen de patitas en la calle. Entonces, detrás del edificio de Ö descubrimos un restaurante llamado "Jahimes", anunciado con fotos de platos que no parecen muy apetitosos pero cuyas luces parecen indicar que está abierto.
Entro en la sala precedido por mi padre y me dirijo hacia una mesa donde varios camareros charlan entre ellos. Tardan un rato en reaccionar, pero finalmente, uno de ellos se levanta y, bamboleándose, me pregunta qué quiero.
Yo, sorprendido por su pregunta y por su borrachera a todos ojos evidente, tardo un rato en contestar, pero luego logro explicarle que somos cinco personas y que queremos cenar. Él, congestionado y con la nariz completamente roja, sonríe de oreja a oreja y me dice que por supuesto. A continuación tiene lugar la siguiente conversación (literalmente traducida del inglés):
- ¿Quieren cenar dentro o fuera?
- Fuera mejor
- De acuerdo, siéntense en la terraza y ahora les traigo los menús.
- Ya los puedo sacar yo si lo prefiere.
- Tranquilo, tío. Déjame hacer mi trabajo.
Una vez fuera nos reparte los menús y acto seguido pregunta qué queremos. Nosotros le pedimos que nos deje un poco más de tiempo (es difícil elegir en menos de un segundo, sobre todo teniendo en cuenta el tamaño de la carta) y él dice: "ok, two minutes".
Abrimos las cartas y comienzan las risas y los gritos de sorpresa: "¡hay anguila!", "¡tienen serpiente de cascabel!", "¡aquí hay un guiso de tiburón!". Saco mi cuaderno y comenzamos a apuntar los diferentes animales ofertados en la carta, hasta contabilizar un total de 29. Y de cada uno hay varios platos diferentes...
Además de los animales anteriormente citados y de los habituales mamiferos (casi no tienen pescado) en su carta aparecen, entre otros, el antilope, el canguro, el alce, la avestruz y el bisonte. Comenzamos a debatir sobre qué pedir y las preferencias dan una idea de lo poco que nos fiamos de un restaurante que está vacío y que tiene más de 100 platos en su carta: pollo, pollo, pollo, pollo y ternera.
Como el camarero no ha vuelto a salir a la terraza desde que nos ha dado dos minutos para elegir, mi padre entra en el restaurante para avisar de que ya estamos listos. Al cabo de un rato sale y dice: "no nos dan de cenar. El camarero dice que han cerrado".
- ¿Qué? (a cuatro voces)
- Sí, le he avisado de que estábamos listos y me ha dicho que la cocina estaba cerrada. Yo le he preguntado que por qué no nos lo ha dicho antes, y él me ha contestado: "no me han preguntado".
- ¿Qué? (a cuatro voces)
- Lo que oís: no le hemos preguntado...
Como mi padre tiene una vena bromista que en el pasado ya hemos vivido durante los viajes familiares (es famosa la broma del oso en Yellowstone) yo le digo que no me lo creo y me meto en el restaurante. Allí me encuentro con el inefable camarero borracho al que le pregunto si es cierto que la cocina ha cerrado.
- Sí, la cocina ha cerrado y ya no damos cenas.
- Pero... ¿cómo puede ser? Nos ha hecho sentarnos, nos ha dado los menús y hemos estado esperando durante quince minutos a que saliera a tomarnos nota.
- That is your problem, not mine.
Como estos mensajes van dirigidos a todos públicos voy a evitar describir lo que siguió a esa respuesta. Mientras le cantaba las cuarenta al camarero (que me observaba desde su borrachera la mar de tranquilo) salió un cocinero, que nos observó durante unos segundos y luego volvió a meterse en la cocina. A pesar de mis esfuerzos, no logré extraer una explicación coherente del camarero sobre cómo era posible que nos hubiera hecho sentarnos y elegir comida siendo que la cocina estaba cerrada. Segun él me repitió en varias ocasiones, ese era nuestro problema y no el suyo, porque no le habíamos preguntado si la cocina estaba abierta.
Lección aprendida: en Estonia, aunque te sienten en la mesa y te den los menús, hay que asegurarse de que la cocina está abierta...
Finalmente logramos cenar en una pizzería del centro de Tallinn (en la que curiosamente, al ir a pedir pizza la camarera nos comunicó que tenían de todo menos pizza) y yo gané la partida al Continental, así que todos terminamos contentos y felices nuestra primera noche en Estonia. Las noches que siguieron tuvieron lugar en Riga, Haapsalu y Helsinki, y si encuentro tiempo y ganas para escribir (y no me ocurre nada digno de mención en mi siguiente destino), tengo un par de historias más que contar. También con camareros, claro...
Ahora te pediría que le envies este mensaje a todos los que conozcas, porque hay que lograr extender la palabra: si hubiera mas camareros asi en el mundo todos seriamos más felices, porque cada uno de nosotros tendría mil anécdotas que contar en las reuniones familiares. Y ya se sabe, una familia con anécdotas que compartir permanece unida...
5 comentarios:
¿Es tarde para pedirte un vídeo?
http://curiosoperoinutil.com/2006/08/14/reto-cpi-superemos-a-matt-harding-ii/
:)
certifico la re
ay q no se que hecho, queria decir que certifico la realidad de la historia y mis esfuerzos para elegir entre aquella enciclopedia culinaria, para cuando me decido por el pollo frito empanado con almendras....
Yo no soy mucho de publicar fotos/videos míos... Prefiero comunicar escribiendo, y mantener otros aspectos en el "anonimato".
Un saludo!
a joderos cabrones, los camareros estan pa servir no pa esclavizar, somos humanos como todos, y ademas una cosa para que quede claro, no jueges con el que te va a servir la comida, jajaja¡sorpresa! tu no lo veras pero yo si. Un camarero honrado para un buen cliente, pal malo sera una sorpresa.
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